SISTEMA LANCASTERIANO
Llamaron a su organización Compañía Lancasteriana en honor a Joseph Lancaster. Esta escuela fue la que gano para el método la atención y el apoyo del gobierno y el público. En 1842 el gobierno nacional le entrego la dirección de la instrucción primaria de toda la República Mexicana. En 1842 y 1845 encabezo la Dirección General de Instrucción Publica y al terminar su gestión dejo 106 escuelas primarias en la capital, con 5847 alumnos, todos usando el sistema mutuo.
Produjeron nuevas y oportunas instituciones, debidas en su mayor parte a la iniciativa privada. La primera escuela que se abrió de manera privada fue la Compañía Lancasteriana. El objetivo de estas instituciones era difundir en México la enseñanza mutua/libre. El sistema Lancasteriano fue adaptado por Bell y Lancater de origen Inglés. La organización o el método que usaban era muy diferente al que hoy en día se está acostumbrado debido a que el trabajo del profesor consistía en elegir a los estudiantes más destacados, los cuales después enseñaban a 10 o 20 niños en forma de un semicírculo, a éstos enseñantes se les llamaba monitores, además de estos, existía un funcionario más importante, el inspector, su función era de vigilar a los monitores, de entregar y recoger de éstos, los útiles de la enseñanza y de indicar al maestro los que deben ser premiados o sancionados. Su función del docente a la hora de clase consistía en observar la marcha del aprendizaje y a mantener la disciplina. La enseñanza en las escuelas Lancasterianas era en un lugar amplio y "convenientemente distribuida, facilita las tareas escolares que el maestro ha planeado y explicado de antemano a los monitores. Un severo sistema de castigos y premios mantiene la disciplina. El maestro era como un jefe de taller que lo vigilaba todo y que intervenía en los casos difíciles".
En lo que respecta al material y el mobiliario escolar, la escuela lancasteriana tenía una plataforma que era usada por el maestro, unos bancos para los niños, el telégrafo, los semicírculos, los pizarrones, los punteros y los cartelones. El telégrafo, era una tabla con la que el maestro daba órdenes a los inspectores o monitores, sobre la marcha del aprendizaje.
La táctica y la disciplina era custodiada por celadores o instructores y monitores, y estos se basaban en cuadros de honor, cuadros negros, orejas de burro y en premios y castigos para que la disciplina se hiciera hacerse valer. El inspector vigilaba a los instructores y se hacía cargo de entregar y recoger los instrumentos para las materias a impartir, y al finalizar el día, el maestro indicaba al instructor quien debía ser castigado o premiado.
Los monitores eran los encargados de las asignaturas en las escuelas lancasterianas y se iban rolando entre los grupos, unos monitores podían ser de lectura, de escritura o aritmética, aunque también algunos podían ser monitores de dos o tres asignaturas. El plan de las escuelas lancasterianas consistía en tres asignaturas, las cuales eran: lectura, escritura y cálculo elemental.
La compañía Lancasteriana en México quedó fundada en México el 22 de febrero de 1822; sus creadores fueron: Manuel Condoniú, Agustín Buenrostro, coronel Eulogio Villaurrutia, Manuel Fernández Aguado, Eduardo Turreau e Ignacio Rivoll
SISTEMA LANCASTERIANO.
El tañido de la campana, indicación de cambio de actividad, gobernaba un día típico en la escuela lancasteriana. Los monitores o ayudantes de los maestros se presentaban temprano en la escuela antes de los demás, para recibir instrucciones sobre las clases de lectura, escritura, aritmética y doctrina cristina, que impartían a sus diferentes grupos. Los alumnos llegaban a las 9, antes de entrar a la escuela formaban filas para que los instructores revisasen la limpieza de la cara, manos, las uñas de los dedos chicos, sin olvidar las ropa y el calzado.
Al toque de la campana, los niños entraban en filas o un salón grande con largas mesas y bancos alineados frente a una plataforma donde estaba el escritorio del maestro. A cada alumnos de aquel se sentaban los instructores generales del orden, niños que ayudaban al director a mantener la disciplina y a transmitir ordenes a la clase; un instructor general vigilaba el orden por la mañana y otro por la tarde. Al mismo tiempo, bajo la vigilancia del maestro y los instructores, “los alumnos se ponían enfrente de las mesas, se quitaban los sombreros, se los echaban en las espaldas, sujetos por un cordón y se arrodillaban para rezar una breve oración”.
La primera asignatura era la escritura dividida en 8 clases. Los alumnos más chicos ocupaban las mesas situadas inmediatamente frente al director. Estos, en ves de una superficie de madera, tenían una caja llena de arena. Los 10 niños sentados del mismo lado de la mesa miraban al instructor dibujar una letra en la arena. Enseguida, ellos intentaban imitarlo. Los diestros lo dibujan solos sin ayuda del monitor. En lecciones subsecuentes, el instructor se ponía de pie sobre el banco al otro lado de la mesa, indicaba las letras del alfabeto escritas en un tablero.
Las enunciaba en voz alta, despacio y con un tonillo especial: “primera clase. Atención: A mayúsculas”, y apuntaba la mencionada letra. Todos los niños de la clase marcaban luego la marcaba la misma letra en la arena con un punzón o con el dedo. La mañana se dedicaba en practicar la letra mayúscula y en la tarde las minúsculas.
En las 5 clases siguientes se aprendía la escritura en pizarras con ejercicios de palabras de una a 5 silabas, dictadas para cada instructor, según el orden de la clase. La voz del monitor ordenaba cada acto como: “manos a las rodillas, manos sobre las mesas, presenten pizarras y pizarrines, etcétera”. Para evitar confusión y ruido, cada instructor comenzaba en dictado cuando el anterior había terminado de hablar. Después de dictar 3 palabras, y a la señal de “examen” dada por el maestro y transmitida a cada instructor, se revisaban las pizarras de los niños de cada clase. La escritura en papel se reservaba para las clases superiores, cuyos alumnos practicaban muestras de la letra grande, mediana y cursiva, con el fin de alcanzar la perfección de su letra y al mismo tiempo aprender la moral y la urbanidad.
El tañido de la campana ponía fin a la clase de escritura. Los niños se levantaban enseguida de sus mesas y caminaban a los pasillos para formarse en semicírculos, movimiento o evolución que ejecutaban en 3 minutos en completo silencio. Cada niño se colocaba en el semicírculo que le correspondía según su nivel de lectura y buscaba el “telégrafo” indicador de su propia clase. Aquel constaba de palos de madera con un aspa de hojalata con el número de la clase en un lado y en el otro EX que quería decir examen. El instructor sacaba el telégrafo de su agujero en las mesas de escribir y lo colocaba en dos asas de hierro fijas en la pared en medio de cada semicírculo. El instructor señalaba con su puntero de otate las letras, silabas y palabras escritas en grandes carteles colgados de la pared en medio de cada circulo de niños, quienes recitaban en vos alta, según el método “silabeo” o sea, después de aprender las letras individuales, unían vocal y consonante para formar una silaba.
Los chicos de clase superiores leían obras con las fabulas de Samaniego. De modo semejante se procedía en otras materias. La clase de aritmética, dividida en 8 lecciones exigía de los niños que escribiesen en la arena los guarismos mientras otras secciones lo hacían en el pizarrón o en pizarras individuales. Trabajaban media hora en los tacos y un cuarto de hora recitaba las tablas en los semicírculos. Hacia aprendían las operaciones fundamentales, quebrados, la regla de 3 y demás operaciones.
Como se colige de esta descripción, el principio fundamental des sistema lancasteriano consistía en tener al niño en constante actividad. Así se evitaba el aburrimiento, pues siempre aprendía algo de instructor en su pequeño grupo. Todo niño tenia que tener algo quehacer a cada momento y una razón para hacerlo. Lograr este objetivo significaba un complicado sistema de registro del paso del alumno de una clase a otra.
Al final del mes, el maestro examinaba individualmente a cada niño. El que sabía lo requerido de una clase pasaba a la siguiente y su avance constaba del libro de registro. Un niño podía estar, al mismo tiempo, en el grupo adelantado de lectura, en el intermedio de escritura y en otro elemental de aritmética o catecismo. De ahí en cada semicírculo se encontrase muchachos de diferentes edades, pues su asignación a una clase dependía de la habilidad y no de la edad.
Aspecto importante del método lancasteriano era el sistema de premios y castigos. El instructor del grupo reportaba al desobediente al instructor de orden quien administraba la sanción. Los castigos consistían en golpearle del cuello al niño una tarjeta, la “divisa de castigo” con la leyenda alusiva: travieso, indisciplinado, chismoso, enredador o peleonero, u obligarlo a arrodillarse y poner los brazos en cruz, a veces con piedras pesadas en las manos, el estudiante era conducido al director en cada de faltas mas serias para recibir golpes con palmeta. “algunos ilusos, y este caso era general en las escuelas primarias, pegaban en las palmas de las manos dos cabellos en forma de cruz, pues creían a pie juntillas que la palmeta, al tocarla santa insignia, saltaría reducida en mil pedazos”.
El día escolar duraba de 6 a 7 horas de clase, con un descanso de 2 horas a medio día para comer en la propia casa
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