lunes, 25 de enero de 2016

Conceptos de primer y segundo orden

CONCEPTOS DE PRIMER Y SEGUNDO ORDEN


La educación en el siglo XX y XXI

SIGLO XX:                                

Se organiza la educación con criterio social-económico, desde la pre escolaridad  hasta el nivel superior. 
Se promueve la igualdad de oportunidades en educación.
Se aprecia más ampliamente la objetividad de la enseñanza.
El docente es ilustrado a los efectos de su perfeccionamiento cultural y educativo.  

Se valora la personalidad del educando y le guía oportunamente para su desarrollo total.

Se estudia y profundiza la influencia del contexto escolar sobre la educación. 


 SIGLO XXI:                                  




La educación busca dentro de sus objetivos últimos la formación integral del ser humano. 
Busca intervenir en las Dimensiones Cognitivas (conocimientos) Axiológica (valores) y Motora (Habilidades y Destrezas), para mejorar la calidad de vida. 

Exige el desarrollo de capacidades: 

·         Pensamiento sistemático
·         Trabajo en equipo
·         Abstracción
·         Aprender a experimentar


Prepara al joven para tener la facilidad de encontrar salidas pertinentes y adecuadas. 
A través de la Educación Contemporánea se desarrollan:
·         Capacidades físicas e intelectuales
·         Habilidades
·         Destrezas
·         Técnicas de estudio

La educacion en el siglo XIX

La educación en el s. XIX

La pedagogía de Rousseau va a influir decisivamente en el siglo XIX, aunque cada autor tomará un camino peculiar dando entrada a un cúmulo distinto de opiniones sobre todo referentes a los fines de la educación. La corriente psicológica que preconiza Luis Vives y que impulsó el realismo pedagógico alcanzó su cénit en Rousseau, que basa las etapas de la educación en el desarrollo psicológico del
sujeto. A pesar de todo, en la etapa siguiente la psicopedagogía va a alcanzar edad de adulta y por eso durante este siglo se perfila una corriente conocida con el nombre de pedagogía psicológica.
Hoy día no se duda de la necesidad de un conocimiento psicológico, pero esta ideología parte de los finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Hay que tener en cuenta que la necesidad de conocer al niño de cara a su educación es una idea muy vieja que podemos ya encontrar en Platón y Aristóteles. Será Quintiliano quien vuelva por los antiguos fueros para olvidar todo y caer en una concepción masificante. Después de este olvido hay que esperar a Luis Vives y posteriormente a Locke para llegar aRousseau que impone una psicología empírica, pero no por eso falsa, aunque sólo sea por haber implantado los principios esenciales. De allí nace la necesidad de conocer al niño, de diferenciar la psique del niño, de la del adulto y, en fin, acomodar la educación a las etapas del desarrollo humano.
Dos autores y pedagogos que por ellos solos representan toda la educación de esta vertiente: Pestalozzi y Herbart.
Si hiciéramos caso de la necesidad de buena presencia física para poder educar, tendríamos que eliminar a Pestalozzi. Endeble, feo, enfermizo, desaliñado y con un aspecto ingenuo, hay que considerarlo como el gran genio pedagógico «conocido en los cinco continentes». Sus ideas triunfan dentro de su misma patria (Suiza), donde los Institutos Hofwil sonmodelos de escuelas filantrópicas dedicadas a la experimentación agraria. Pasan a Alemania y a Prusia, donde Humboldt inicia una
reforma inspirada en la obra de Pestalozzi. Todos los países se abren a la influencia pestolizziana y en España comienzan a funcionar escuelas de la misma tendencia en Tarragona, Santander y Madrid.

primeros intentos para la organizacion del sistema educativo nacional

primeros intentos para la organización del sistema educativo nacional

EDUCACION EN MEXICO (SIGLO XIX)
A principios del siglo XIX, las ideas de la Ilustración, que tomaban en cuenta muchas de las premisas educativas de Rousseau -que proponía una formación basada en la naturaleza humana y en la libertad de aprendizaje- influyeron en la forma de conceptuar la educación en México. Los criollos liberales que luchaban contra el absolutismo español y los insurgentes mexicanos coincidían en la necesidad de formar un sistema educativo que tuviera un carácter menos religioso y que fuera más incluyente.
Este debate entre una postura rígida de la educación como instrucción y la postura flexible como formación prevaleció aún después de la Independencia e incluso se intensificó por la aguda lucha entre conservadores y liberales. Las leyes liberales de 1883, van a sentar las bases de tal educación: libre, secular y de competencia del Estado.
El primer Ministerio que se encargó de la educación pública fue la Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores - 1821-1836 -; le siguió el Ministerio del Interior, que además del ramo de Instrucción Pública se encargaba de los Negocios Eclesiásticos y de Justicia. Ambos bandos buscaban, entre otras cosas, mantener el control de las instituciones educativas. Fue en 1841 que se creó el Ministerio de Instrucción Pública e Industria. Dadas las vicisitudes políticas de mediados del siglo XIX, el ramo educativo pasó al Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores.  En 1842, ante la falta de consenso, el Estado encargó a la Compañía Lancasteriana, la única institución educativa que se había creado hasta ese momento, el manejo de la Dirección de Instrucción Pública.[2] Sin embargo, el papel de la iglesia en la educación y la noción de libertad educativa fueron los temas que desencadenaron nuevamente el conflicto. Los liberales proponían la libertad de enseñanza con el objetivo de acabar con el monopolio eclesiástico sobre la educación. Finalmente, el esquema liberal fue el que triunfó y sentó las bases de un nuevo sistema educativo en manos del Estado.
El segundo Imperio 1864 -1867, crea sus propias instituciones, la educación estuvo entonces atendida por el Ministerio de Instrucción Pública y Cultos (Con este nombre, aunque redefiniendo constantemente sus funciones y actividades, este Ministerio se ocupará de la educación en México hasta entrado el siglo XX, (1905)).
De esta manera, al triunfo definitivo del proyecto liberal en 1867 el gobierno de Benito Juárez  promulgó la Ley Orgánica de Instrucción Pública. En ella se establecía la educación primaria gratuita y obligatoria, se excluía del plan de estudios toda enseñanza religiosa y contenía disposiciones para la educación secundaria, entre las cuales destacaba la creación, bajo los principios del positivismo, de la Escuela de Estudios Preparatorios, la cual habría de sentar las bases de la educación profesional. La ley sólo regía al Distrito Federal y a los territorios federales, pero ejerció influencia sobre las leyes estatales.[3]
Durante el porfiriato, Joaquín Baranda, Ministro de Justicia e Instrucción, convocó a dos congresos en los que se reunieron pedagogos, maestros, intelectuales y autoridades. Los resultados de estos congresos contribuyeron a definir un nuevo proyecto gubernamental de educación pública, que se consolidó con la promulgación de la Ley de Instrucción Obligatoria de 1888.

Sistema Lancasteriano

SISTEMA LANCASTERIANO
Llamaron a su organización Compañía Lancasteriana en honor a Joseph Lancaster. Esta escuela fue la que gano para el método la atención y el apoyo del gobierno y el público. En 1842 el gobierno nacional le entrego la dirección de la instrucción primaria de toda la República Mexicana. En 1842 y 1845 encabezo la Dirección General de Instrucción Publica y al terminar su gestión dejo 106 escuelas primarias en la capital, con 5847 alumnos, todos usando el sistema mutuo.
Produjeron nuevas y oportunas instituciones, debidas en su mayor parte a la iniciativa privada. La primera escuela que se abrió de manera privada fue la Compañía Lancasteriana. El objetivo de estas instituciones era difundir en México la enseñanza mutua/libre. El sistema Lancasteriano fue adaptado por Bell y Lancater de origen Inglés. La organización o el método que usaban era muy diferente al que hoy en día se está acostumbrado debido a que el trabajo del profesor consistía en elegir a los estudiantes más destacados, los cuales después enseñaban a 10 o 20 niños en forma de un semicírculo, a éstos enseñantes se les llamaba monitores, además de estos, existía un funcionario más importante, el inspector, su función era de vigilar a los monitores, de entregar y recoger de éstos, los útiles de la enseñanza y de indicar al maestro los que deben ser premiados o sancionados. Su función del docente a la hora de clase consistía en observar la marcha del aprendizaje y a mantener la disciplina. La enseñanza en las escuelas Lancasterianas era en un lugar amplio y "convenientemente distribuida, facilita las tareas escolares que el maestro ha planeado y explicado de antemano a los monitores. Un severo sistema de castigos y premios mantiene la disciplina. El maestro era como un jefe de taller que lo vigilaba todo y que intervenía en los casos difíciles".
En lo que respecta al material y el mobiliario escolar, la escuela lancasteriana tenía una plataforma que era usada por el maestro, unos bancos para los niños, el telégrafo, los semicírculos, los pizarrones, los punteros y los cartelones. El telégrafo, era una tabla con la que el maestro daba órdenes a los inspectores o monitores, sobre la marcha del aprendizaje.
La táctica y la disciplina era custodiada por celadores o instructores y monitores, y estos se basaban en cuadros de honor, cuadros negros, orejas de burro y en premios y castigos para que la disciplina se hiciera hacerse valer. El inspector vigilaba a los instructores y se hacía cargo de entregar y recoger los instrumentos para las materias a impartir, y al finalizar el día, el maestro indicaba al instructor quien debía ser castigado o premiado.
Los monitores eran los encargados de las asignaturas en las escuelas lancasterianas y se iban rolando entre los grupos, unos monitores podían ser de lectura, de escritura o aritmética, aunque también algunos podían ser monitores de dos o tres asignaturas. El plan de las escuelas lancasterianas consistía en tres asignaturas, las cuales eran: lectura, escritura y cálculo elemental.
La compañía Lancasteriana en México quedó fundada en México el 22 de febrero de 1822; sus creadores fueron: Manuel Condoniú, Agustín Buenrostro, coronel Eulogio Villaurrutia, Manuel Fernández Aguado, Eduardo Turreau e Ignacio Rivoll
SISTEMA LANCASTERIANO.
El tañido de la campana, indicación de cambio de actividad, gobernaba un día típico en la escuela lancasteriana. Los monitores o ayudantes de los maestros se presentaban temprano en la escuela antes de los demás, para recibir instrucciones sobre las clases de lectura, escritura, aritmética y doctrina cristina, que impartían a sus diferentes grupos. Los alumnos llegaban a las 9, antes de entrar a la escuela formaban filas para que los instructores revisasen la limpieza de la cara, manos, las uñas de los dedos chicos, sin olvidar las ropa y el calzado.
Al toque de la campana, los niños entraban en filas o un salón grande con largas mesas y bancos alineados frente a una plataforma donde estaba el escritorio del maestro. A cada alumnos de aquel se sentaban los instructores generales del orden, niños que ayudaban al director a mantener la disciplina y a transmitir ordenes a la clase; un instructor general vigilaba el orden por la mañana y otro por la tarde. Al mismo tiempo, bajo la vigilancia del maestro y los instructores, “los alumnos se ponían enfrente de las mesas, se quitaban los sombreros, se los echaban en las espaldas, sujetos por un cordón y se arrodillaban para rezar una breve oración”.
La primera asignatura era la escritura dividida en 8 clases. Los alumnos más chicos ocupaban las mesas situadas inmediatamente frente al director. Estos, en ves de una superficie de madera, tenían una caja llena de arena. Los 10 niños sentados del mismo lado de la mesa miraban al instructor dibujar una letra en la arena. Enseguida, ellos intentaban imitarlo. Los diestros lo dibujan solos sin ayuda del monitor. En lecciones subsecuentes, el instructor se ponía de pie sobre el banco al otro lado de la mesa, indicaba las letras del alfabeto escritas en un tablero.
Las enunciaba en voz alta, despacio y con un tonillo especial: “primera clase. Atención: A mayúsculas”, y apuntaba la mencionada letra. Todos los niños de la clase marcaban luego la marcaba la misma letra en la arena con un punzón o con el dedo. La mañana se dedicaba en practicar la letra mayúscula y en la tarde las minúsculas.
En las 5 clases siguientes se aprendía la escritura en pizarras con ejercicios de palabras de una a 5 silabas, dictadas para cada instructor, según el orden de la clase. La voz del monitor ordenaba cada acto como: “manos a las rodillas, manos sobre las mesas, presenten pizarras y pizarrines, etcétera”. Para evitar confusión y ruido, cada instructor comenzaba en dictado cuando el anterior había terminado de hablar. Después de dictar 3 palabras, y a la señal de “examen” dada por el maestro y transmitida a cada instructor, se revisaban las pizarras de los niños de cada clase. La escritura en papel se reservaba para las clases superiores, cuyos alumnos practicaban muestras de la letra grande, mediana y cursiva, con el fin de alcanzar la perfección de su letra y al mismo tiempo aprender la moral y la urbanidad.
El tañido de la campana ponía fin a la clase de escritura. Los niños se levantaban enseguida de sus mesas y caminaban a los pasillos para formarse en semicírculos, movimiento o evolución que ejecutaban en 3 minutos en completo silencio. Cada niño se colocaba en el semicírculo que le correspondía según su nivel de lectura y buscaba el “telégrafo” indicador de su propia clase. Aquel constaba de palos de madera con un aspa de hojalata con el número de la clase en un lado y en el otro EX que quería decir examen. El instructor sacaba el telégrafo de su agujero en las mesas de escribir y lo colocaba en dos asas de hierro fijas en la pared en medio de cada semicírculo. El instructor señalaba con su puntero de otate las letras, silabas y palabras escritas en grandes carteles colgados de la pared en medio de cada circulo de niños, quienes recitaban en vos alta, según el método “silabeo” o sea, después de aprender las letras individuales, unían vocal y consonante para formar una silaba.
Los chicos de clase superiores leían obras con las fabulas de Samaniego. De modo semejante se procedía en otras materias. La clase de aritmética, dividida en 8 lecciones exigía de los niños que escribiesen en la arena los guarismos mientras otras secciones lo hacían en el pizarrón o en pizarras individuales. Trabajaban media hora en los tacos y un cuarto de hora recitaba las tablas en los semicírculos. Hacia aprendían las operaciones fundamentales, quebrados, la regla de 3 y demás operaciones.
Como se colige de esta descripción, el principio fundamental des sistema lancasteriano consistía en tener al niño en constante actividad. Así se evitaba el aburrimiento, pues siempre aprendía algo de instructor en su pequeño grupo. Todo niño tenia que tener algo quehacer a cada momento y una razón para hacerlo. Lograr este objetivo significaba un complicado sistema de registro del paso del alumno de una clase a otra.
Al final del mes, el maestro examinaba individualmente a cada niño. El que sabía lo requerido de una clase pasaba a la siguiente y su avance constaba del libro de registro. Un niño podía estar, al mismo tiempo, en el grupo adelantado de lectura, en el intermedio de escritura y en otro elemental de aritmética o catecismo. De ahí en cada semicírculo se encontrase muchachos de diferentes edades, pues su asignación a una clase dependía de la habilidad y no de la edad.
Aspecto importante del método lancasteriano era el sistema de premios y castigos. El instructor del grupo reportaba al desobediente al instructor de orden quien administraba la sanción. Los castigos consistían en golpearle del cuello al niño una tarjeta, la “divisa de castigo” con la leyenda alusiva: travieso, indisciplinado, chismoso, enredador o peleonero, u obligarlo a arrodillarse y poner los brazos en cruz, a veces con piedras pesadas en las manos, el estudiante era conducido al director en cada de faltas mas serias para recibir golpes con palmeta. “algunos ilusos, y este caso era general en las escuelas primarias, pegaban en las palmas de las manos dos cabellos en forma de cruz, pues creían a pie juntillas que la palmeta, al tocarla santa insignia, saltaría reducida en mil pedazos”.
El día escolar duraba de 6 a 7 horas de clase, con un descanso de 2 horas a medio día para comer en la propia casa

Educación en Nueva España

Los colegios en la Nueva España formaron parte del proyecto humanista de convertir a los indígenas al cristianismo, y estas actividades contribuyeron a la conservación de la paz y la tranquilidad del reino.

Para este proyecto humanista los frailes destinaron un tiempo y un local al lado de la iglesia para iniciar a los niños en la doctrina cristiana, además les enseñaban a leer, escribir, cantar, tocar instrumentos musicales, ayudar a la misa, atender la sacristía y, en especial de acuerdo a Torquemada (1975), llevar una vida en común y fabricar cuerpos sanos que garantizaran la sumisión y obediencia para la limpia reproducción del reino.

Los colegios marcaron enfáticamente la división para atender a los hijos de los conquistadores y a los hijos de los conquistados, pero además en éstos últimos existió la separación para educar a los hijos de los pudientes y a los de los indigentes.

Prueba de lo anterior es que entre 1526 y 1527 se fundaron dos tipos de colegios; uno para transformar a los hijos de la nobleza indígena en caballeros de la nobleza novohispana y otro para que los hijos de labradores y gente plebeya aprendieran la doctrina cristiana, las artes y los oficios.

En el mismo lugar donde había funcionado el Calmecac o escuela de los hijos de los principales mexicanos y de donde había partido la más feroz oposición militar contra los españoles, se fundó en 1536 el colegio de Tlaltelolco, que fue un modelo de conversión abrigado por los franciscanos.

En Tlaltelolco se reclutó a jóvenes de las distinguidas familias de los tiempos precoloniales y se formaron a los primeros religiosos cristianos indígenas imponiéndoles una rigurosa disciplina.

Con relación a las mujeres se inició con las hijas de la nobleza indígena para enseñarles la doctrina cristiana y las buenas costumbres como si fueran monjas, pues sólo salían de la clausura para enseñar a otras mujeres en los patios de las iglesias o en las casas de las señoras.

El colegio de la Caridad se fundó en 1538 para españolas y mestizas de todas las edades, con la idea de que salieran directamente a la boda, se les enseñaba a cantar, rezar, los salmos, la misa y en especial el taller de labores femeninas, todo esto se realizaba en silencio y devoción.

En este colegio se debían tratar las alumnas entre sí con amor y caridad, procurando que no hubiera disensiones ni palabras injuriosas. Si no obedecían a su rectora se le informaba al cabildo y podían recibir castigos, perder su dote y ser expulsadas.

Mención especial merece la educación que impartieron en la Nueva España los jesuitas, quienes introdujeron la idea tridentina de la educación integral: de la mente, el espíritu y la conducta; más escolarizada para las familias novohispanas acomodadas, como los hijos de hacendados, mineros, ganaderos, comerciantes y altos funcionarios. Menos escolarizada para los indígenas, las mujeres, los enfermos, los presos, campesinos y los negros.

Para los jesuitas, lo más importante era el fin y no los medios, lo sustancial y no lo periférico, de modo que la elocuencia, el cálculo, la casuística, la simulación y el disimulo constituyeron valiosos instrumentos en la educación de los futuros dirigentes.

En ceremonias y días especiales los estudiantes se distinguían por sus escenificaciones teatrales, sus diálogos y declamaciones en latín y romance, en prosa y verso, lo cual animaba a muchos padres a enviar a sus hijos a estudiar con la compañía de Jesús.

Por otra parte es importante señalar que en el colegio de San Pedro y San Pablo se formaron a los futuros sacerdotes y rectores de las iglesias, y en el colegio de San Ildefonso a los futuros integrantes de los ministerios de la república.

A inicios del siglo XVI antes del concilio de Trento, en España había existido cierta libertad para criticar a las instituciones y a las personas que las integraban, después de este concilio, el clima cambió y la apatía intelectual, el moralismo fanático y el amaneramiento barroco fueron predominantes en la religión.

En los centros educativos se impusieron las reglas, los programas y los materiales de estudio. La reflexión e incluso el uso del sentido común quedaron anulados, en su lugar se instaló la práctica de la memorización, la repetición y la erudición consistente en manejar alusiones a la mitología y a la antigüedad grecorromana.

Educación en Mesoamerica

 Los conocimientos en la época prehispánica eran trasmitidos de generación en generación principalmente por los padres, sacerdotes y personas adultas por medio de códices y escritos, es importante señalar que la educación se basaba en principios morales, tradición, religión, guerra y comprensión de la naturaleza.
Se enseñaba principalmente el respeto a los progenitores y sobre todo la veneración de las entidades sagradas. Escuelas prehispánicas Telpochcalli (en náhuatl ‘casa de los mancebos’), centros en los que se educaba a los jóvenes del pueblo, a partir de los 15 años, para servir a su comunidad y para la guerra. A diferencia de los nobles que asistían al calmécac, los vástagos de los masehuales (gente del común, del pueblo) o macehualtin, asistían al telpochcalli. Estas escuelas de jóvenes se encontraban en cada barrio o calpulli.
La vida en las telpochcalli era dura. Desde la madrugada comenzaban las extenuantes actividades. El día iniciaba con un helado baño, seguido de una comida frugal y muy controlada. Solían memorizar los cantares con los hechos relevantes de sus mayores y las alabanzas de a sus entidades sagradas, además de aprender y ejercitarse en el manejo de las armas como el atlátl, instrumento utilizado para lanzar flechas, y el maúahuitl, la curiosa espada de madera con filos de obsidiana.
Los alumnos tenían otras obligaciones, como la de reparar los templos (teocalli), acarreando los materiales necesarios, y trabajar las tierras y heredades de forma colectiva para su sustento. Especialmente se buscaba su resistencia al dolor mediante prácticas de autosacrificio. Los alumnos ociosos o incorrectos eran castigados severamente, igualmente, la embriaguez; en algunos casos de faltas extremadamente irreparables que atentaban contra la población, se penalizaba hasta con la muerte. Si alguno de los alumnos sobresalía por su habilidad y valor en las guerras de conquista, algún día podría llegar a ser ciudadano distinguido a quien se premiaba y rendían honores.
Cuando alcanzaban la edad requerida para casarse, finalizaba su instrucción en el telpochcalli.
El Cuicacalli, casa de cultura Amantes de la poesía, los antiguos mexicanos se preocuparon por enseñarla y difundirla. En todas partes, a lo largo del territorio de la Triple Alianza (MéxicoTenochtitlán, Texcoco y Tacuba), poesía, canto y danza eran ciencias oficiales, regidas por una institución rigurosamente organizada: el Cuicacalli, donde ingresaban los niños a la edad de 12 años. Poetas de renombre, músicos y danzantes distinguidos eran los encargados de organizar el Cuicacalli; recibían su paga del Tlatoani (gobernante) en persona, siempre atento al buen funcionamiento de las casas de canto.
Existía gran diversidad de profesores: uno componía las obras; otro hacía los arreglos musicales, y otro más se encargaba de integrar los coros y la coreografía. La función del Cuicacalli iba más allá de ofrecer enseñanza artística; tenía, al igual que el Calmécac, la función básica de transmitir y elaborar la lengua culta. Ello hace suponer que la poesía náhuatl no era comprendida por el pueblo ajeno a ella, y que sólo participaba como auditorio maravillado por lo espectacular de las representaciones. Igual que entre los romanos, había una lengua culta y una vulgar.
Los estudiosos aseguran que la Conquista arrasó con la lengua culta. Más allá de un mero artificio del lenguaje, la poesía desarrollaba y profundizaba en una definición: "flor y canto", lo que le añadía un fundamento estético filosófico. Este fundamento era la respuesta a las preguntas que se hacían los sabios, los tlamatini: ¿qué es la vida?; si somos tan efímeros, ¿de qué manera nos podemos comunicar con los dioses y participar de su inmortalidad? Pues a través de la belleza vuelta símbolo, de la flor y de la palabra verdadera: el canto. Pensaban que la poesía era lo único que realmente los acercaba a las sagradas entidades y los transformaba incluso en parte de la esencia divina, única posibilidad de asegurar la existencia para siempre.
El Calmecac (del náhuatl calli 'casa', mecatl 'morador' y -c 'lugar') era la escuela para los hijos de los nobles Náhuatl. En esta escuela se entrenaba para ser sacerdotes, guerreros de la élite, jueces, senadores, maestros o gobernantes, educándolos en historia, astronomía y otras ciencias, la medición del tiempo,música y filosofía, religión, hábitos de limpieza, cuestiones de economía y gobierno, y sobre todo, disciplina y valores morales.
Maestros especiales que les enseñaban la tradición, y leían y aprendían de memoria las historiasilustradas en los códices. La escuela funcionaba como un internado, donde los jóvenes vivían, dormían y comían. Con los aspirantes a sacerdotes su educación se enfocaba en la religión, e incluía rituales, cantos a las entidades sagradas divinas e interpretación de los sueños.
Los aspirantes a guerreros de la élite o a gobernantes recibían más entrenamiento militar y sobre asuntos de economía y gobierno. Los jóvenes de los nobles eran educados en casa cuando pequeños, pero a cierta edad, que diversos autores asignan entre 7 y 15 años de edad, entraban a vivir en el calmécac. Desde el momento de su entrada, se hacía un ritual especial en el que se hería al niño para acostumbrarlo a soportar el dolor. Su educación variaba de acuerdo a la edad, pero cuando eran adolescentes iniciaba su entrenamiento militar, y cuando eran jóvenes adultos, se les llevaba a la guerra. Los Ichpochcalli eran las escuelas a las que asistían las niñas y las jóvenes. En ellas recibían una educación semejante a las de los Telpochcalli, aunque en lo correspondiente a su ser femenino.

Tipos de Fuentes Historicas

Según el nivel de información que proporcionan las fuentes de información pueden ser primarias o secundarias.
Las fuentes primarias contienen información nueva y original, resultado de un trabajo intelectual.
Son documentos primarios: libros, revistas científicas y de entretenimiento, periódicos, diarios, documentos oficiales de instituciones públicas, informes técnicos y de investigación de instituciones públicas o privadas, patentes, normas técnicas.
Las fuentes secundarias contienen información organizada, elaborada, producto de análisis, extracción o reorganización que refiere a documentos primarios originales.
Son fuentes secundarias: enciclopedias, antologías, directorios, libros o artículos que interpretan otros trabajos o investigaciones.

Historia

La historia es la ciencia social que se encarga de estudiar el pasado de la humanidad. Por otra parte, la palabra se utiliza para definir al periódico histórico que se inicia con la aparición de la escritura e incluso para referirse al pasado mismo.
 

Pensar históricamente: conlleva siempre una perspectiva dada de la historia – y, por lo tanto, varía conforme éstas se modifican. Siendo esto así, el trazado de los diversos posibles sentidos que puede asumir hoy tal expresión equivaldría a la reconstrucción completa de la historia de cómo se ha modificado a través de los siglos la comprensión histórica. Esto, evidentemente, se encuentra fuera del alcance de este trabajo. Podemos, sin embargo, intentar al menos discernir algunos de los distintos sentidos que suelen recurrir en los presentes debates, y que normalmente no se encuentran suficientemente discriminados. Esta falta de una adecuada discriminación conceptual no sólo lleva a deshistorizar dicho concepto sino que resulta en ambigüedades e inconsistencias teóricas. De hecho no es infrecuente observar en los escritos sobre pedagogía histórica oscilaciones entre definiciones que resultan, sin embargo, mutuamente contradictorias. En fin, sin un afán de exhaustividad, se intentará aquí al menos dotar de cierta profundidad histórica a los presentes debates sobre la enseñanza histórica con el objeto último de alertar contra el tipo de inconsistencias antes señaladas. Con este objeto habremos de distinguir tres sentidos en que puede interpretarse la idea del “pensar históricamente”, señalando cuál es el sustrato filosófico específico en que cada uno de ellos hunde sus raíces conceptuales y, finalmente, el tipo de objeciones de las que han sido objeto. Para ello, tomaremos como base lo postulado por Reinhart Koselleck en Pasado futuro, marcando, al mismo tiempo, algunos de los problemas que las hipótesis de este autor plantean para la interpretación de las filosofías modernas de la historia cuando las abordamos desde el punto de vista específico que aquí nos ocupa.

¿que tipos de historia existen?


Podríamos hablar de cuatro tipos: 
a) Historia Anticuaria. 
Se define como la que recopila datos y hechos históricos para después poder conservarlos mediante la historiografía. La historia anticuaria se divide en épocas como de Hierro, Piedra, Clásica, etcétera; que lo único que realizan es clasificar la historia del hombre para únicamente poder hacer uso de ella como una referencia bibliográfica. 


b) Historia de Bronce. 
Los Estados-Nación se vieron en la necesidad de crear una identidad propia y particular de cada país por medio de personajes valientes que, supuestamente se entregaron por amor a su patria.

c) Historia Crítica. Es la que exhibe a la humanidad los acontecimientos y personajes detestables del pasado o lo que comúnmente se conoce como “los malos de la historia”. Permite involucrarse más allá del conocimiento mismo, así; la historia critica podría llamarse con toda justicia conocimiento activo del pasado, saber que se traduce muy fácilmente en acción destructiva y conocimiento activo porque es una historia de actualidad, es una crítica que se hace a la historia misma; y que esto no se preste a interpretaciones incoherentes sino todo lo contrario, coherentes. 

d) Historia Científica 
Los académicos e investigadores dedicados a la ciencia histórica se han preocupado por darle a la historia precisamente el carácter y nivel de ciencia. Para lo cual los historiadores han recurrido a métodos de las ciencias sociales para tratar de adecuarlos al estudio del pasado de la humanidad.